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                                                 EL SURGIMIENTO DEL RISALE-I NUR

En realidad, la diseminación de las verdades de fé no debian de haber causado alarma, ni debían de haber sido un crimen que causara el hacer planes contra de la vida d e u n h ombr e. ¡Sin emba r go, fu e u n cr imen imperdonable bajo las circunstancias del tiempo! Pues esos fu eron los d ías cu an d o el d esp ot ismo h abía fracasado sobre la nación con toda su oscuridad y pavor: Una abolición había sido puesta sobre El Adhan (La llamada para la oración); Cientos de mezquitas servían propósitos poco religiosos; los planes a recortar todo loque conectaban la nación con su pasado y sus valores morales estaban en trámite; Y la mera mención d e religión fu e cu estión d e gran coraje. La cabeza d el d ep ar tamento d e la p rensa d el gobierno le p od r ía ordenar a los editores de periódicos a terminar dentro d e d iez d ías tod os los artícu los qu e d irectamente o ind irectamente mencionaron religión, como « fu ese con sid er ad a d añ in a con d u cir a l su rgimien to d el concepto de religión en las mentes de la juventud».

Tal eran las circunstancias bajo las cuales Bediuzzaman Said Nursi entró en la segunda parte de su vida que él llamó, el Said Nuevo, y que estaba dedicada a la escritura y diseminación de las verdades de fe. Tomando como meta la reanimación de fe, cuál es la primera parte y la verdad más importante del cosmos, Bediuzzaman dijo, « Demostraré para el mundo que el Qur’an es un sol espiritual que nu nca se sed imentará y nu nca estará apagado».

Así lo hizo. Bediuzzaman no murió en Barla, dónde él había sido enviado a morir aisladamente, pero un Said nuevo emergió de allí, y con eso emergió un sol sobre el mu nd o d e ciencia y cu ltu ra, u no qu e ha estad o iluminando millones.

En Barla, también, le esperaban a Bed iuzzaman una opresión y una vigilancia asombrosa. Pareció que sus enemigos aún no habían conocido, quién, en la Guerra Mundial había sido el terror de los rusos, en Istanbul había escupido en la cara del británico que estaba en su búsqueda, y regresó varias veces de las horcas. Todavía, más tard e tu vieron tiemp o d e conocerle y al fín se encontraron teniendo que admitir, «A pesar de que todo lo que hemos hecho en el pasado veinticinco años, no hemos podido impedirle a Said Nursi sus actividades».

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