Luz Para Los Enfermos | DESTELLO VEINTICINCO LUZ PARA LOS ENFERMOS | 7
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REMEDIO 8

¡Oh enfermo que piensas en el más allá! La enfermedad te  quita la suciedad del  pecado, es como un jabón que te deja limpio. Dice un hadiz que es una expiación para los pecados. Otro hadiz relata: “Como caen los frutos maduros cuando se mueve el árbol, así caen los pecados del creyente cuando son zarandeados por las enfermedades”[1]

Los     pecados     son     las     enfermedades perdurables  de  la  vida  eterna  y  en  esta  vida terrenal, son enfermedades que afectan el corazón, la consciencia y el espíritu. Si tienes paciencia y no   te   quejas,   estas   dolencias   temporales   te salvarán   de las numerosas enfermedades de la eternidad. Si no reconoces tus pecados o no tienes conocimiento del Más Allá o de Allah, sufrirás una enfermedad que es millones de veces peor que tu enfermedad. Clama, porque todos los seres de este  mundo  están  conectados  a  tu  corazón,  tu espíritu    y    alma.    Dichos    vínculos    se    ven continuamente interrumpidos por la separación y la   muerte,   causándote   innumerables   heridas. Especialmente si no comprendes el Más Allá e imaginas la muerte como la inexistencia eterna, es simple sin embargo, que tu ser, lacerado y herido, sufra enfermedades que están al alcance de este mundo.

Por lo tanto,  lo primero que debes hacer es buscar la cura a través de la fe, que es un remedio sanador para innumerables enfermedades de tu ser interior que se encuentra terriblemente herido y enfermo. Debes corregir tus creencias. El camino más corto para encontrar tal curación es reconocer el poder y la misericordia del Todopoderoso de Gloria por medio de la ventana de tu debilidad e impotencia que se muestra detrás de la cortina de la negligencia, desgarrada en tu enfermedad física.

Sí,  aquel  que  no  reconoce  a  Allah  es afligido  con  un  mundo  lleno  de  tribulaciones. Mientras que aquel que Lo reconoce está lleno de luz y felicidad espiritual; percibe estas cosas de acuerdo   a   la   fuerza   de   su    creencia.   La consternación  que  resulta  de  la  insignificante enfermedad   física   se   disuelve   en   el   gozo inmaterial, sanador y agradable que nace de la fe. Finalmente el sufrimiento se desvanece.



[1] Bujari, Marda 1, 2, 13, 16; Muslim, Birr 45; Darimi, Rikak 57; Musnad I, 371, 441; II, 303, 335; III, 4, 18, 38, 48, 61,81.

 

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