La Vigésimotercera Palabra | Capítulo Primero | 2
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de ser el espejo de Un Suplicante Eterno. Entonces, el hombre sin importancia alguna, se convierte en merecedor y digno del discurso divino, consiguiendo el honor de ser  merecedor de entrar en el Paraíso.

Sin embargo, si la incredulidad que rompe la relación con Allah se establece en el ser humano, todos los significados de las inscripciones de los Bellos Nombres de Allah caen en la oscuridad y no se leen. Porque, si el Creador se olvida, los aspectos espirituales relacionados con Él, no se pueden percibir, la mayoría de las artes significa-tovas y sublimes se ocultan. En cuanto a lo que queda visible para el ojo, será atribuido a causas ínfimas, de la naturaleza y de la casualidad lo que conduce a su decadencia y desaparición. Así, aun-que cada uno es un diamante, se vuelve cristal opaco y oscuro. Su importancia quedaría limitada tan sólo en la materia animal. Y como decimos, el propósito y el fruto de su materia física es pasar  una vida corta y parcial que convierte a  su dueño en la más débil, necesitada y desgraciada  de entre las criaturas, para decaer luego y desaparecer. Así la incredulidad destruye la esencia humana y la transforma de un brillante preciado en un carbón.

 

SEGUNDO PUNTO: Del mismo modo que la fe es la luz que ilumina al hombre y que hace leer la Carta Divina escrita en sí misma. Igual que esto, la fe ilumina el Universo también. Salva el pasado y el presente de la oscuridad.

Explicaremos este misterio con un ejemplo que concierne a un significado del versículo;

 “Allah es el patrón de los que creen y los hará pasar de las tinieblas a la luz” (Corán 2, 257)

Es así, en una visión que tuve, existían dos montes iguales en altura. Había un puente entre estos montes. Debajo de este puente estaba un valle de interminable profundidad. Yo estaba sobre aquel puente. El mundo y todos los lados se habían cubierto por una densa oscuridad. Miré a mi derecha y vi un inmenso cementerio envuelto en interminables tinieblas; es decir, se me presentó la visión. Miré a mi izquierda. Me pareció encontrar gigantescas olas de tinieblas en cuyas entrañas se hallaban agitados huracanes con una actividad aterradora. Miré debajo del puente y descubrí un abismo sin fondo. Ante toda esta aterradora oscuridad tenía una simple linterna y pude ver un poco con su débil luz. Vi un espectáculo absoluta-mente aterrador. Se vieron leones, bestias, y monstruos alrededor y al comienzo  del puente, así que dije; “Ojalá que no hubiera tenido esta linterna y no hubiera visto este espectáculo aterrador”. Recibí las mismas visiones aterradoras por  todos lados a donde giré la linterna.

“¡Allah Mío!, esta linterna es una mala suerte para mí”, dije. Así, enfadándome, tiré la linterna contra el suelo rompiéndola y con su ruptura, como si hubiese tocado el interruptor de una gigantesca bombilla eléctrica, de repente se iluminó todo aquel paisaje haciendo desaparecer por completo toda esa oscuridad. Todas las partes se llenaron con la luz de la bombilla. Apareció la realidad de todo lo que existía.

Vi que aquel horrible puente no era más que una senda que atravesaba una planicie y con claridad que aquel inmenso cementerio que se encontraba a mi derecha no era sino una asamblea de personas de pies a cabeza en jardines hermosos que alababan a Allah, recitaban, servían y rendían culto encabezados por los hombres iluminados. En cuanto aquel inmenso valle sin fondo y aquellos fenómenos extraños que acontecían a mi izquierda eran pues, simplemente montes magníficamente arbolados, adornados y agradables detrás de los cuales había un inmenso lugar elevado de festín y de

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