Y así, ¡Oh él que no realiza la oración! ¡Oh mi propia alma, que no le gusta rezar! El gobernador en la comparación es nuestro Señor, nuestro Creador. Y los dos siervos viajeros, uno representa al devoto que lleva a cabo su oración con fervor y el otro al necio que niega su oración. Las veinticuatro piezas de oro son las veinticuatro horas del día y la finca es el Paraíso. La estación es la tumba. Mientras que el viaje es el paso del hombre hacia la tumba, hacia la Resurrección, y el Más Allá. Los hombres cubren este largo viaje en diferentes grados de acuerdo con su fe cruzan una distancia de mil años en un día como un relámpago. Y otros atraviesan cincuenta mil años de distancia en un día con la rapidez de la imaginación. El Corán de Poderosa Estatura alude a esta verdad con dos de sus aleyas.
En cuanto al billete es la oración. Una sola hora al día es suficiente para las cinco oraciones junto con la ablución. ¡Qué perdido está aquél que dedica a la vida terrenal veintitrés horas y no dedica una sola hora a la Vida Eterna! ¡Qué injusto consigo mismo! Y ¡Qué loco es! Si nosotros vemos como algo normal que alguien participe en un juego de azar en que la posibilidad de ganar es uno por mil. ¿Cómo, entonces, uno no puede dar una hora de las veinticuatro horas que tiene para la oración, estando la ganancia garantizada y la obtención de complacencia divina eterna es del noventa y nueve por ciento?
La oración en si es un gran descanso para el espíritu, corazón y mente. Además, no da ningún trabajo que canse. Más allá, con la buena intención el resto de los actos de alguien que lleva a cabo la oración llegan a ser como adoración. Él puede ceder todo el capital de su vida hacia el Más Allá de esta forma. Él puede hacer su vida transitoria permanente en un sentido...